
Mezclar la harina con el huevo y la manteca de cerdo, hacer siluetas con la manga pastelera, colocar las bandejas con las masas en el armario de fermentación… Eran tareas en las que Rafael Cuesta ayudaba a sus padres y abuelos en el obrador familiar fundado por su bisabuelo en 1905 en Arjonilla (Jaén, 3.530 habitantes). Entonces apenas les prestaba interés porque no tenía intención de seguir con la tradición. No sabía que ese acervo repostero se iba a impregnar en él como el olor a canela, anís o limón con los que convivía, y que esa herencia se acabaría transformando en la filosofía que impera en su tienda de dulces, Tradición Repostera Molinos, en el barrio sevillano de Triana.


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