
Una de las cosas más luminosas que nos ha ocurrido últimamente, y que conviene guardarla en la memoria, es la petición insistente de los directivos del Banco Sabadell para que el Gobierno español paralice la opa que lanzó sobre su entidad el BBVA. No se trata tanto de entender el asunto de una manera técnica, sino con una aproximación plástica. El hecho de que un sector como el bancario solicite una regulación estatal nos alecciona sobre algo que es evidente pero que suele ocultarse con un oportunismo creciente. Lo hemos visto también con las energéticas y otras empresas sistémicas, que suelen refugiarse tras el paraguas estatal cuando llueve, pero reclaman su total libertad de movimientos cuando hace sol. En el fondo no son muy distintos de esos exitosos internautas que se instalan en Andorra para no pagar impuestos, pero que regresarán a exigir las atenciones de los hospitales públicos cuando les llegue la hora de la resonancia magnética y el ciclo de quimioterapia. La naturaleza humana es así, no existe animal con mayor potencia para alcanzar la individualidad absoluta, pero siempre muere llamando a mamá.
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