¿Alguna vez te has despertado cansado y has pensado que no es por falta de sueño, sino por la vida misma?

Vas al trabajo, sonríes, rindes, hablas... pero por dentro estás cargado, sin equilibrio. Piensas en decir: “No estoy bien”, pero te detienes. Crees que todos están cansados, y tú no eres diferente. Entonces decides callar. Y así, día tras día, el agotamiento psicológico se convierte en un hábito no dicho, en un cansancio interno sin salida.
Pero, ¿por qué no lo admitimos? ¿Por qué aparentamos estar bien cuando por dentro nos estamos derrumbando?
El experto en salud mental, el Dr. Bahaa Al-Hindawi, explica por qué nos acostumbramos al agotamiento emocional y psicológico.

Porque la cultura laboral iguala el agotamiento psicológico con la debilidad

En muchos entornos laborales, la presión emocional no se ve como algo normal o legítimo, sino como una señal de fragilidad o poca resistencia. Si dices que estás agotado mentalmente, puedes recibir miradas de lástima, sorpresa o incluso una acusación indirecta de que no sirves para trabajar bajo presión. Entonces, eliges el silencio antes que abrir una puerta a explicaciones que pueden dañar tu imagen.
Admitir el cansancio se vuelve una apuesta arriesgada en un entorno que se alimenta del rendimiento, no de la persona.

¿Por qué tememos decir que estamos emocionalmente agotados?

  • Porque se asocia erróneamente con debilidad profesional.

  • Porque la sinceridad a veces se malinterpreta o se juzga.

  • Porque tememos que lo usen en nuestra contra más adelante.

Porque tememos perder la confianza del jefe o del equipo

El empleado que aparenta estar firme es recompensado, se le confía más, se le asignan más responsabilidades. Por eso muchos temen que, si reconocen que atraviesan una crisis emocional, sean vistos como un riesgo para el equipo o la productividad.
Como si todo cansancio interno se convirtiera en una mancha negra en su expediente profesional. Prefieren mostrarse fuertes, presentes, firmes… aunque por dentro apenas puedan levantarse.

¿Qué hace que admitir el agotamiento parezca una derrota?

  • Porque puede alterar la imagen de fortaleza ante los demás.

  • Porque pone en riesgo privilegios implícitos asociados con la confianza.

  • Porque tememos parecer que pedimos lástima en vez de apoyo.

Porque hemos normalizado el dolor y el agotamiento como parte del profesionalismo

Muchos empleados no solo ocultan su cansancio, sino que ya no lo consideran anormal. Creen que el sufrimiento emocional es parte del trato: un sueldo a cambio de presión constante, estrés y ansiedad crónica.
No piensan en quejarse, sino que se convencen de que esto es lo “normal”. En un entorno así, admitir el agotamiento no es valentía, sino casi decir: “No soporto lo que los demás sí.”
Y ahí comienza el auto-reproche silencioso.

¿Por qué nos programamos para no sentirnos cansados?

  • Porque nos enseñan que el agotamiento profesional es el precio del éxito.

  • Porque admitirlo nos hace sentir separados de la cultura del “aguante”.

  • Porque tememos ser diferentes entre quienes también sufren en silencio.

Porque nadie pregunta “¿Cómo estás?” de verdad

En el trabajo, pueden preguntarte “¿Cómo estás?” diez veces al día. Pero la respuesta esperada siempre es: “Bien, todo en orden.” Nadie espera una respuesta sincera.
La pregunta se convierte en un ritual vacío, no en una invitación real a expresarte.
Con el tiempo, también perdemos el impulso de hablar porque no encontramos un espacio seguro o alguien dispuesto a escuchar.
El “¿Cómo estás?” se vuelve una máscara, no una puerta abierta.

¿Qué efecto tiene la falta de escucha real en nuestra disposición a hablar?

  • Hace que sintamos que nuestras emociones no son bienvenidas.

  • Convierte la confesión en una carga que nadie quiere compartir.

  • Mata nuestro deseo de hablar, incluso cuando estamos al borde del colapso.

Porque nos avergonzamos de nuestras emociones y dudamos de ellas

En una sociedad que glorifica el logro y reprime la emoción, el empleado empieza a cuestionar la validez de su propio cansancio. Se pregunta: “¿Estoy exagerando? ¿Estoy siendo dramático? ¿Los demás no sienten lo mismo?”
Y acaba en silencio, no porque esté bien, sino porque ya no confía en lo que siente. Se va desgastando por dentro y aparenta estar bien por fuera.
No por hipocresía, sino por una vergüenza ilógica de sus emociones más humanas.

¿Por qué nos castigamos por lo que sentimos en lugar de entenderlo?

  • Porque asociamos el cansancio con debilidad, no con necesidad.

  • Porque medimos nuestras emociones en comparación con otros, no con nosotros mismos.

  • Porque silenciamos nuestro interior antes de que alguien más lo haga.

Si deseas, también puedo convertir este texto en un artículo para publicar o en una versión más corta. ¿Te gustaría eso? 

Post a Comment

Previous Post Next Post