¿Apagaste hoy tu computadora susurrándote a ti mismo: “Por fin se acabó el trabajo”?

¿Apagaste hoy tu computadora susurrándote a ti mismo: “Por fin se acabó el trabajo”?

Luego, de repente, suena el teléfono o aparecen notificaciones de correo de tu jefe, como si el fin de la jornada laboral fuera solo una pausa entre dos tareas. ¿Por qué sucede esto? ¿Y por qué algunos creen que el empleado debe estar disponible las 24 horas?

En estas líneas abrimos una ventana a una cultura oculta que agota al empleado en silencio: la cultura de la comunicación continua, como si nadie tuviera vida fuera de la oficina. ¿Por qué lo hace el jefe? ¿Y por qué guarda silencio el empleado? El experto en desarrollo personal, el doctor Sohaib Imad, lo explica todo.

Porque algunos vinculan el compromiso profesional con la respuesta constante

Existe una mentalidad muy extendida en muchas organizaciones que considera que un buen empleado es el que siempre está disponible, tanto durante la jornada como después de ella. En esta visión, el tiempo de descanso no se considera un derecho, sino un lujo. Por eso, cuando un jefe tarda en responder un correo durante el día, lo compensa con un mensaje nocturno, como si el mundo no se detuviera después de las cinco de la tarde.

De esto surgen tres señales:

  1. La calidad profesional se mide por la rapidez de respuesta, no por la calidad del trabajo.

  2. El empleado que protege su tiempo es etiquetado implícitamente como menos comprometido.

  3. La cultura de la respuesta inmediata se venera a costa de la salud mental.

La diferencia entre flexibilidad y abuso

En los entornos laborales modernos, se celebra mucho la flexibilidad: no hay horarios fijos, las tareas se hacen cuando se puede. Pero lo que sucede en realidad es que algunos jefes explotan esa flexibilidad para eliminar por completo los límites. El tiempo personal del empleado se convierte en un espacio abierto para tareas urgentes, mensajes rápidos y solicitudes inesperadas. La línea entre tiempo de trabajo y vida personal desaparece.

Ansiedad por la productividad

Muchos jefes no son autoritarios, sino ansiosos. Temen los retrasos, sienten presión y temen que se olviden las tareas, así que envían mensajes para asegurarse de que todo avanza. Pero cuando un jefe envía un mensaje después de la medianoche, no tranquiliza al empleado, sino que lo confunde. La ansiedad se filtra de arriba hacia abajo, produciendo tres resultados molestos:

  1. El empleado empieza a asociar la noche con presión en lugar de descanso.

  2. Siente que debe vigilar su teléfono todo el tiempo.

  3. Consume su energía en preocuparse en lugar de concentrarse durante las horas reales de trabajo.

Cuando el empleado no pone límites claros

En muchos casos, el jefe se excede porque el empleado no dice “no”. Responde con amabilidad, reacciona aunque esté incómodo, cumple la tarea aunque esté agotado. Este silencio profesional crea la impresión de que todo está aceptado. De ahí surgen tres problemas:

  1. El jefe se acostumbra a la disponibilidad gratuita y constante.

  2. El empleado se agota poco a poco sin darse cuenta.

  3. La cultura del equipo se basa en el sacrificio silencioso en lugar de en derechos justos.

Porque no hemos aprendido que desconectar también es productividad

En muchos entornos laborales, todavía no se ha inculcado la idea de que el descanso es parte de la eficiencia, y que desconectarse temporalmente de las tareas es lo que renueva la pasión y la efectividad. Por eso, cuando un empleado no responde a un mensaje nocturno, se le acusa de negligencia y no de conciencia.

El jefe olvida —o elige ignorar— que el cerebro necesita calma para ser creativo, y que dormir no es un lujo, sino una inversión para el mañana.

Como resultado, faltan tres conceptos clave en la organización:

  • El trabajo debe detenerse para comenzar con fuerza.

  • El empleado no es una máquina, sino un ser emocional.

  • Un verdadero líder no mide la lealtad por la cantidad de notificaciones a medianoche.


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